Una detrás de otra

Una mentira detrás de otra. Me invento historia que exagero con los gestos para que sean creíbles. Me paso así todo del día. Desde que me levanto hasta que me voy a la cama. «Que sí, que no te preocupes, que la empresa va bien. Y en el hospital no hay ningún problema»,le contesto mientras me deja el té en el borde de la mesa que he convertido en mi lugar de trabajo. Atraviesa el pasillo cabizbaja, creyéndose lo que acaba de oír. Noto que su pelo está más blanco y que ha ralentizado sus pasos. Tiene la tele apagada y la radio no la enciende desde el jueves. Le basta con las historias que le cuento. Ella nunca pensó que vería la calle en la que ha envejecido detrás de un cristal.
Anoche logré dormir unas horas y empecé a soñar. Había quedado con una amiga en una cafetería de la avenida. Hablábamos de nuestros proyectos y aprovechábamos para repasar algunas frases de la próxima obra de teatro. El sol iluminaba la mesa de la cafetería y un árbol nos daba sombra. En la mesa que teníamos a nuestra derecha una niña jugaba con un globo en forma de estrella y su madre la obligaba a tomarse un zumo de naranja. Otro niño iba de un lado para otro, con toda la inocencia de sus días entre los dedos. Era una mañana perfecta. Mi amiga y yo nos despedimos con un abrazo, prometiéndonos que quedaríamos a la semana siguiente. Me desperté con la boca seca y empapada en sudor de arriba abajo. Me di cuenta de que en los sueños también miento. No quiero seguir haciéndolo.

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