Estamos conectados
Era de las que me enfadaba con mis
sobrinos porque estaban todo el día conectados a Internet. Les aconsejaba que dejaran
los móviles y que caminaran por la orilla de la playa, que leyeran, que nos miráramos
a los ojos, pero, me calificaban de aburrida y de anticuada. Estos días
agradezco la destreza que tienen con la tecnología. Para ellos es la primera
vez que viven una cuarentena y que están separados de sus aficiones y de todo
aquello que aman. Para mí también. Pero nos sentimos conectados gracias a las videollamadas y a los wasaps. Con cada llamada sé que no les ocurre nada y que
este encierro no se les está haciendo cuesta arriba. El miedo, que para ellos es muy grande, se hace
chiquitito.
Patricia trabaja en el hospital de
Lanzarote. Forma parte del personal sanitario que se está dejando las uñas y la
piel para que salgamos de esto. La llamo varias veces para que sepa que al otro
lado siempre hay alguien. De pantalla a pantalla nos sentimos cerca y la
distancia que hay en este momento se acorta. A veces solo me basta con verla
unos segundos. Y por la voz ya sé si algo falla o si está a punto de caerse al suelo.
No nos podemos abrazar, pero, cuando ese momento llegue, será una fiesta en la
que estamos invitadas a disfrutar.
Hay agradecer lo que tenemos en este
momento. Y pienso que este parón que nos ha dado la vida no sería igual si
estuviéramos desconectados. Los escritores pueden recomendarnos libros para que
las letras nos curen las heridas. Los artistas crean vídeos con los que nos entretienen.
Los deportistas nos animan a movernos y a saltar por encima de la oscuridad que
sentimos. Así sabemos que todos estamos bien. Así nos cuidamos unos a otros. Y
hacemos que este encierro no nos rompa y nos parta en dos.
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