El libro y la esperanza


Ahora, que nos sobra tiempo, podemos limpiar cajones y airear roperos. Y no es una metáfora. Me pasa que, en el empeño de tener a mi madre ajena a las noticias que estamos escuchando, me pongo con ella a tirar cosas que el olvido ha dejado dentro de los roperos. La casa de mi madre tiene habitaciones varadas por la soledad. Como en todas esas casas en las que sus habitantes se han marchado hacia nuevos destinos y proyectos.
Ayer sonreír. No fue una sonrisa de oreja a oreja, ni una sonrisa que terminara en carcajada. Simplemente sonreí. Fue un libro, una portada y sesenta y dos páginas las que me llevaron a hacerlo. En uno de los rincones que limpiaba apareció uno de mis primeros libros de lectura. Tendría yo unos ocho o nueve años. Y adoraba a las princesas y a los unicornios. El amor por las bailarinas llegó después. El libro, que encontré enredado con algunas recetas en un compartimento del mueble del estudio, estaba prácticamente nuevo. Los lomos eran los únicos que reflejaban el paso del tiempo. Mi letra redonda también estaba allí, recordándome mi amor por los unicornios. Escuché lo que el libro quería contarme. Lo sujeté en mis manos y toqué entre mis dedos toda la ternura de mi infancia y de una inocencia en la que inventaba, a cualquier hora, historias bonitas. En esa época, con aquellos cuentos de hadas con finales felices, siempre escribía la palabra perfecta en mi futuro y en el futuro de las personas a las que amaba. Y sí. Me senté a leer el libro entero, sin dejar atrás ni una coma ni una frase. Y volví a tener ocho o nueve años. Me reconocí entre las letras y entre los personajes. Sentí la misma emoción que sentía en aquellas tardes de lecturas en las que no existía la angustia ni el ritmo desordenado de las horas.
Estos días están llenos de cosas que vamos descubriendo, dentro y fuera de nosotros. Me he encontrado sesenta y dos páginas que me han dicho tanto y en las que he leído la esperanza. Estamos rotos, pero no podemos olvidar que, con el arrojo y la valentía de la imaginación fuimos capaces de proyectar la mejor opción para nuestro futuro. Hay que seguir intentándolo.

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