El silencio te habla

La primavera tiene colores para que se nos ruborice la piel. Solía ir a la finca a escuchar el silencio y observar las primeras flores que aparecían lentamente en el parterre de la entrada. Me gustaba sentarme debajo de un árbol y protegerme con su sombra o me distraía con el recorrido que hacía una hoja seca desde que se desprendía de la rama hasta que llegaba a la tierra fría. Algunas veces llegué a pensar que no era normal que me gustara tanto el silencio. Huía de sitios masificados, del bullicio y de todo aquello que pudiera alterar la tranquilidad que sentía. Ahora, cada vez que abro la ventana para poder respirar, también me llega silencio. Pero este tiene otro significado. Lleva el nombre de las personas que están luchando en los hospitales, de los que cruzaron los dedos y les ha tocado, de los que madrugan para que la cadena de distribución no se pare en los supermercados, de los que lloran porque no pueden ver a sus familiares enfermos. El silencio te habla.
Ayer le decía a un amigo que ya no leo las noticias ni veo la tele. No se trata de insensibilidad ni de vivir ajena a lo que ocurre. Con cada noticia una célula de mi interior se quiebra y sufre. Maldigo la capacidad de los números por crecer y crecer cuando un dígito se junta con otro. La curva que no se detiene. Y las cifras de una estadística que no olvidaremos y que siempre llevaremos muy adentro. Las noticias se están escribiendo con un ruido doloroso.
La primavera casi no huele. Todo es gris y no está el rojo bermellón de la fruta de temporada.  La belleza primaveral brilla tímidamente. Podría decir que en el canto de los pájaros hay algo de tristeza. Las flores todavía no han florecido, porque saben que nadie podrá sonreír delante de ellas. Este silencio escuece. Esconde un ruido que deseamos que se calle. No queremos escucharlo. Ya no sé si en este caso es válida la frase que repetía mi abuela: «Todo lo que escuece, cura».

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