Refranes

Aprendí de ella. Mi abuela tenía un refrán para cada momento de su vida. Era su manera de resumir en pocas palabras la incertidumbre que vivía o las tragedias que encontraba en su camino. Con esas sentencias pronosticaba si la cosecha era buena o si el sol sería el sol que secaría las enfermedades. Así lo hacía ella y la gente de su época. Juntaba letras sabiamente para dar forma a la vida. “ El santo que se enojó con no rezarle se acabó”, soltaba cuando un vecino se enfada por algún comentario que había hecho. “El clavo que sobresale siempre recibe un martillazo”, afirmaba para explicar la importancia de la humildad. Esos refranes siguen vivos y tienen sentido porque esconden detrás de cada palabra una verdad que se ha ido transmitiendo de siglo a años; de años a días. Se creaban en el norte de la isla y se escuchan en cualquier rincón del sur. Es verdad que unos tienen más sentido que otros. Y muchos te pueden gustar y otros no.
Ahora muchos refranes se convierten en memes. La mitad no son nada originales ni tienen gracia. Hay muchas personas expertas en hacerlos desde que surge el motivo. Muchos jóvenes los montan en un momento y con gran destreza. Es una pena que se rompan las frases con las que los abuelos de antaño se atrevían a amar, a sufrir y a entender la simpleza de cada amanecer. Si leemos algunos refranes, nos podemos sorprender al ver reflejado algo que nos pasó o que estamos viviendo. Muchas veces mientras estamos hablando con unos amigos sale en la conversación: “Mi abuela decía que… a caballo regalado no le mires los dientes”. Y esa frase trae el silencio en el lugar en el que se dice. No está mal detenerte de vez en cuando en las metáforas de la vida. En los refranes que usaron nuestros abuelos. Puede ocurrir que, cuando los días se nos caen encima o creemos que somos portadores de un mal que nadie le ha tocado, oímos un refrán que nos viene a decir que los que estuvieron antes que nosotros ya vivieron lo mismo y encontraron las palabras para expresarlo sabiamente. Un refrán puede aliviar lo que nos duele. Siempre hay magia en los refranes y hay que decirlos de vez en cuando para encontrarnos en esas sentencias.


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