Letras engarzadas

Copiaba y memorizaba las frases de los periódicos o de los libros que leía cada noche. Cualquier oportunidad era motivo para incrementar su tesoro de letras engarzadas a mensajes u opiniones. Algunas las retenía nada más leerlas, sin ningún esfuerzo, como si las palabras necesitasen quedarse allí, con ella. A veces, en mitad de una conversación con una amiga o en un almuerzo familiar, usaba sus frases como un buen recurso para no permanecer callada. 
Se enamoró de aquel hombre con el que un día intercambió su afición. La historia de los dos estaba hecha de frases recopiladas, de pensamientos escritos por otros. Se mordían a versos. Y se dejaban notas con tildes en la nevera cuando salían a sus trabajos cada mañana. Suavizaban sus enfados con monosílabos, para apresurar la llegada del olvido . Buscaban cualquier motivo para unirse apasionadamente a las letras. Jamás compartían un punto y final, porque aquella colección reunida tenía que seguir creciendo.

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