Sin suerte

Había probado todo lo que le decían. La ropa interior rosa, sin costuras ni dibujos. No le sirvió para nada. Terminó tirando las bragas y el sujetador rosa para comprárselos de color rojo, sin costuras ni dibujos. Aborrecía el vino y la bebidas alcohólicas. Pero llegó a beber champán después de meter un anillo dentro de la copa. Un champán de marca blanca que sabía a medicina amarga. Comió lentejas y se subió a una silla con un paraguas abierto en la mano derecha. Rodeada de supersticiones, cada 31 de diciembre, confiaba que, con sus pedidos a la suerte, la vida le cambiara. El resto del año vivía amargada, sola, sin trabajo, sin amigos, y enfadada porque el futuro nunca la incluía en sus planes.


Comentarios

José Martínez Salmerón ha dicho que…
tengo un libro-catálogo de supersticiones que no deseo abrir
Anónimo ha dicho que…
tengo un libro-catálogo de supersticiones que no deseo abrir