Habrá que intentarlo.
Las ilusiones se van agrietando con los años. Cuando eres adulto las
ilusiones tienen fisuras por donde se filtra el aire, la pena, el llanto o el
viento que todo lo arrastra. La Navidad es experta en descubrir esas grietas.
Unos años con más intensidad. Otros con menos. Y aparecen etapas que nos
enfadamos con las navidades porque las luces brillantes intensifican los huecos
emocionales. Y piensas que nunca volverás a tener la ilusión contagiosa que
sentías cuando contabas los días que faltaban para que
se cumplieran los sueños. Pero la culpa no la tiene la Navidad. Porque luego,
en enero, seguimos teniendo los mismos huecos emocionales y ahí no duelen
tanto. Tiene que ser el ruido, el tráfico que estresa, el sonido de la zambomba.
Y estas fechas tienen sus pros, sus contras y sus peros. Como todo. Uno de
ellos puede ser que, desde mitad de noviembre, empezamos a ver el decorado en
las tiendas y en las calles. Demasiado pronto. Ya no es el 22 de diciembre, ese
día que, vayas por donde vayas, escuchas la pregunta: ¿ Te ha tocado algo?.
Cuando la ilusión no tenía todavía fisuras, el 22 de diciembre, comenzaban las
vacaciones de Navidad y el aire olía a fiesta. Escribíamos las postales
navideñas en la mesa de la cocina mientras escuchábamos de fondo las propuestas
sobre el menú y los invitados. Aparecían los primos, nos escondíamos debajo de
la cama, para hacernos preguntas sobre el misterio de los Reyes Magos. Porque
pegados a la inocencia no existían los problemas, ni las fisuras, y la magia
tenía sentido. Poco a poco y, al mismo ritmo que vas cumpliendo años, la
Navidad deja de ser mágica y comprendes la cara de preocupación que veías en
algunos mayores cuando en la cena de Nochebuena había una silla vacía. Y esa
noche no hay consuelo que valga porque, incluso los anuncios de la tele, están
preparados para aumentar el dolor. Y puede que no sean las mejores navidades de
tu vida. Que hubo otras que disfrutaste, otras que fueron mágicas, completas, y
puede haberlas tristes. Pero hay que vivirlas de la manera que sea.
Reconciliarte con ella, como harías con un compañero del trabajo con el que
tienes diferencias, pero, lo saludas cada mañana para que no haya tensión
durante la jornada laboral. Y así, tal vez, estas fechas serán soportables y
las fisuras no tensarán tanto. Habrá que intentarlo.
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