Las señales

Se tumbaba en el suelo frío y miraba el movimiento de las nubes. Conocía la hora exacta del día cuando el cielo se llenaba de figuras blancas y esponjosas. Entornaba los ojos para ver mejor el espectáculo que tenía encima. Con la punta de los dedos seguía el contorno del algodón hasta que afloraba la imagen con claridad. Encontraba caballos voladores, cometas gigantes, y amigas con las que hablaba un rato para transformar las tardes en un color más atractivo.  Era su forma de mirar el mundo y de entenderlo. Por las noches, en la cama, cerraba los ojos y seguía viéndolas. Las nubes inyectaban en sus pupilas un sentido al futuro que creía en mayúsculas. Ya no existe la inocencia ni se tumba en el suelo frío, pero el cielo siempre la persigue cuando camina por la ciudad. Solo tiene que mirar hacia arriba y leer las señales que ve escritas. Descifrando el lenguaje que domina, aparece más luz en los momentos indicados.

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