Mirar con el tacto


Nunca había encontrado tantos obstáculos paseando por Triana. ¿Quién puso este banco delante de la puerta de una tienda? ¿ Movieron la farola de sitio? Hace unas semanas caminaba con Fabiola por Triana. Yo era su voz y sus ojos. En el mes de diciembre se operó y perdió la visión por el ojo izquierdo. Ha tenido que volver a descubrir las calles que ha pisado ciento de veces. Desde los dos años no ve por el derecho. Ella se apoyaba en mi hombro, confiando en mí, siguiendo los pasos que iba dando a su lado. Varias veces me despisté, me paraba delante de los escaparates, saludaba a conocidos. Yo no tengo problemas de visión y pensaba que ella tenía la misma soltura de movimientos. Pero no es así. Ella, con ese humor que siempre la acompaña, comenzaba a golpear el bastón para localizarme. Fui una torpe porque la dejé sola varias veces. Fui una torpe  porque me di cuenta de que me había pasado todo el paseo hablando de mis cosas, de mis preocupaciones, de mis problemas, sin tenerla en cuenta. Quejándome. Ella venía dándome consejos por cosas que me suceden y que no tienen importancia.  Ese paseo me hizo pensar mucho.
Nos quejamos por todo y criticamos las situaciones que no son como queremos. Cada vez vivimos  más en un mundo en el que somos jueces de los otros. Buscamos la perfección. Pero intentar ser perfectos es un trabajo imposible. Siempre habrá algo de más o de menos que nos acerque o nos aleje de cualquier compañero.  Pero comentamos el fallo que tiene el vecino para no asustarnos de lo que llevamos dentro de nosotros mismos. Nos herimos unos a otros y nos pisamos. Nos quejamos, constantemente quejándonos, porque nunca estamos conformes con lo que vamos viviendo.  Hay que empezar a admirar en lugar de criticar.
Fabiola es una mujer muy valiente porque sale a la calle sin importarle la opinión de los demás y sin quejarse. Lo he aprendido de ella desde que la conocí hace seis años en un grupo de teatro. La verdadera perfección está por dentro y no tiene nada que ver con lo que se ve por fuera, con lo que criticamos porque no encaja con lo que creemos correcto, bello. La perfección esta en lo imperfecto que te hace brillar. Y no es la que reluce en el envoltorio, viene desde dentro, desde los rotos que se han zurcido y que se muestran sin el qué dirán. Lo que captamos por los ojos es otra historia. Está en la textura, como lo hace Fabiola, que ve por el tacto y nunca juzga a nadie. Pasa con todo. El mar no es el mismo si lo tocamos en la orilla que si lo vemos en una foto. Hay que acostumbrarnos a mirar de cerca, mirar con el tacto.


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