Convertirlo en hábito


En la vida hay personas que tienen aficiones extrañas o personas que practican deportes arriesgados. Están los que les gusta leer. Y los que no lo hacen y que no recuerdan cuándo leyeron el último libro. No entiendo que pueda existir rechazo a la lectura, a la literatura. Los libros están llenos de personas, de historias, de dramas, de verdades que necesitan ser leídas. Hay libros que te dejan heridas y otros que te salvan cuando más hundido estás. La vida es distinta cuando lees y cuando el escritor te toca lentamente la fibra. 
A mí me gustaría tener más tiempo para poder leer todo lo que quisiera. Hace años (bastantes) contaba los libros que me leía al mes. Tenía más tiempo libre y tal vez me organizaba mejor. No soportaba dejar un libro a medias y tenía que acabarlos, aunque el argumento fuera infumable. Ahora leo, pero la cantidad de títulos se me acumulan en la mesa de noche. Puede ser también que, dentro de una librería, padezco el síndrome del comprador compulsivo y no tengo límites. Pero no creo que sea eso porque, incluso con los libros, creo en las señales. Los libros me eligen y me miran para que me los lleve conmigo. A veces me ha sucedido llegar a la librería y dejar algún libro atrás, para otro momento. Luego en mi casa no me lo quito de la cabeza. Cuando vuelvo a por él, sigue en el mismo sitio de la estantería, sin moverse ni un centímetro, en la misma posición, esperando por mí. Estas cosas suceden porque los libros tienen esta capacidad de sorpresa. Un buen libro nunca te dejará indiferente y hará lo posible para encontrarte, para convertirse en un vocero de tus emociones. Reviva los recuerdos y te dirá el tiempo que ha pasado. Los libros nunca envejecen y por esos los clásicos siempre permanecen intactos. Leer lo que sea, leer, hasta que se convierta en hábito y no resulte extraño encontrarte a alguien sosteniendo un libro. Una vez que te acerques a un libro, regresarás más veces. Siempre se vuelve a los lugares que te hicieron feliz.

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