La metamorfosis

Volvió a contármelo. Los ojos los abría para
mostrar el fondo de su alma. Cuando despertó en el hospital, siete meses después del accidente, su mujer estaba a la derecha de la cama, sujetándole la mano. Daniel, su hijo, ya daba pequeños pasos, decía mamá, y dos o tres palabras sueltas. No quiso que lo llamaran Don Pedro. Olvidó al tirano y al déspota. Los odiaba porque con ellos perdió a los amigos de la infancia, y eclipsó las posibilidades de brillar de los jóvenes que comenzaban con su carrera profesional. El destino, pocas veces lo hace, le puso delante una nueva tirada de cartas. Tuvo suerte. Lo repetía emocionado siempre que me lo contaba. Estuvo a punto de quedarse solo, convertido en un monstruo, deambulando por los callejones oscuros de la vanidad y la prepotencia. No sabe si le queda alguna deuda que pagar. Vive con dos sombras.

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