La mirada transparente



Comenzó hablando de Blanca. Blanca era la que más quebraderos de cabeza le daba porque no se estaba quieta. Tuvo que quitar los maceteros que decoraban el patio para que no se golpeara cuando llegaba corriendo. Blanca, sin embargo, no se separaba de él. Iba y venía a su lado, y entristecía cuando él lo hacía. Describió a Cindy como el que cuenta una anécdota importarte. Tenía nombre de modelo porque era muy presumida. Caminaba con el cuello estirado y contorneándose para que se fijarán en ella. Su lugar preferido era el hueco que quedaba entre el sillón orejero y la estantería. Allí podía estar varias horas, controlando lo que pasaba a su alrededor. Nancy era la más débil, cuando no enfermaba de una cosa, enfermaba de otra. Muchas veces su vida había pendido de un hilo muy fino. Cuando salían a pasear solía buscar la sombra para que no se cansara demasiado. Martin murió el año pasado. No pudo despedirse de él y todavía llevaba la pena clavada en el cuerpo. 
El hombre habló de Blanca, Cindy, Nancy y Martín sin hacer ninguna pausa. Eran parte de vida y estaba dispuesto a arriesgar lo que fuera para que estuvieran bien. Sus amigos lo habían abandonado en los momentos más complicados, y ya le daba igual saber qué hizo mal o qué podía haber mejorado. Mientras hablaba, sus ojos brillaban con la misma transparencia con la que miran los perros. La sonrisa era sincera y auténtica.

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