No me puedo callar
No me puedo callar. Parece que todos los
machistas han desaparecido de la tierra. Parece que, los que lo son y los
saben, han aprovechado las redes sociales para enseñar su piel de cordero y
esconder detrás de las letras su cara de lobo. Lo he leído estos días en textos
de hombres que conozco, con los que desafortunadamente he convivido, y que
escriben abiertamente defendiendo a la mujer, alzando su respeto hacia ellas,
porque, según escriben en textos perfectamente redactados, ellos siempre la han
tratado como se merecen. No nos podemos engañar y, como con
cualquier información que llega a nuestras manos, hay que contrastar y
distinguir que sí y que no. Se trata de nosotras y del daño que ya han hecho en
otras ocasiones. Tenemos que usar nuestra sabiduría y aprender a distinguirlos,
sobre todo, en este espacio tan perfecto e ideal. Esas personas
equivocadas con las que estuvimos nos enseñaron a reaccionar con su forma de
actuar. No hay que olvidar ese aprendizaje para que no vuelva a ocurrir y no lo
vuelvan a hacer. Hay que tener en cuenta de que ellos muchas veces quieren
protagonismo, ser el centro de atención. Lo han conseguido esta
semana. Han conseguido su notoriedad sintiéndose seguros y con
poder. Por sus acciones los conocerás y, esas acciones donde mejor se ve y se
palpan es en el mundo real, en la calle, dentro de las oficinas, en una casa;
en esos lugares donde ellos usan sus gritos para anularte y sacar a relucir su
verdadero carácter. Fuera de estas pantallas ellos son unos expertos en las
humillaciones. La verdad se dice a los ojos, sin pestañear, y ahí es donde
quiero ver a los que se han subido al pedestal para decir que nunca han sido
machistas y que nunca han hecho, ni lo harán, una discriminación sobre la mujer.
Y lo digo, para que las mujeres como yo
no caigan en ese cariño camuflado que he leído durante esta semana en letras de
hombres. Lean la letra pequeña y, la letra pequeña virtualmente hablando, está en
apartar el argumento vacío, que ellos saben maquillar, y que usan para permitir
que nos apoyemos sobre sus hombros. Porque un comportamiento, un
machista, no desaparece con un simple chasquido de dedos. Es algo más grave. No
me puedo callar porque no pueden usar sus armas para seguir dañando. Ahora hay demasiada
bulla en las redes y no distinguimos bien.
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