El mundo es teatro

Cuando fui a Ciudad Real para hacer un curso de Pedagogía de la Interpretación, me encontré por todos los rincones con una frase de Shakespeare: “Todo el mundo es teatro, y todos los hombres y mujeres no son sino actores. Tienen sus entradas y salidas de escena, y cada uno de ellos interpreta diversos papeles en la vida….” La frase comenzó a perseguirme. Años más tarde, la primera vez que actuaba en el Guiniguada, una compañera me la dijo antes de subir por la escalera de caracol que llevaba a la boca negra del escenario. Y desde entonces, en el escenario, como fuera de él, la frase está cuando tengo que entrar o salir; interpretar o encontrar esa fortaleza interior para comprender el papel que la vida me ha puesto delante. Todos hacemos teatro, sin ser actor o actriz, porque lo que se lleva al escenario sale de la cotidianidad. Muchas veces ha ocurrido que, hablando con una persona, estás diciéndole justamente lo contrario a lo que piensas o deseas, y es ahí, cuando actúas sin saberlo. 

Interpretar te da la oportunidad de mirar de cerca a los demás para poder construir tu personaje. El teatro es emoción y muchas veces no diferenciamos la realidad de la vida de la realidad de la escena. El actor se hace preguntas de situaciones que el público vive y que no sabe cómo afrontarlas. El teatro es crear, sentir, lograr que las cosas ocurran. Es un arte que busca el orden del caos, del conflicto. Una verdad que habla. Por eso nos reímos con las torpezas de los personajes, lloramos cuando muere el débil, aplaudimos a aquello que nos traspasa la piel. Y es cuando se establece la complicidad comunicativa, la magia del arte. El teatro está vivo, como nosotros. Es humano y, aunque se empeñen en bajar el telón, seguirá existiendo para encontrar respuestas, ser críticos y valientes. Fue Shakespeare el que lo dijo hace siglos y esa frase está por todas partes. El mundo es teatro.


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