Los vecinos de la playa

Terminas cogiendo cariño a los que colocan la toalla al lado de ti en la playa. Aunque no quieras oírlos, los tienes cerca, y te llegan sus conversaciones. Ella escribía una postal, con un rotulador azul, la letra pequeña y desordenada. Él leía un libro de casi quinientas páginas, con una portada negra y el dibujo de una calavera, nada habitual en una novela romántica. Cuando ella terminó de escribir, lo compartió con él, apoyando la cabeza en el hombro derecho. Hablaba en inglés. El destinatario era una mujer llamada Bárbara. Vi a esa mujer sentada en un sillón, emocionada, leyendo la postal y alegrándose porque los remitentes habían disfrutado del sol, tocado la arena y habían visitado los pueblos de la isla. Los dos parecían jóvenes, ella más que él, y este podía ser el primer viaje que hacían juntos. No había un motivo para observarlos y enterarme de sus vidas, pero lo hice, porque en la playa no hay secretos y todos somos vecinos o familiares cercanos. Ellos no supieron nada de mí, yo estaba callada, y solo me levanté una vez para refrescarme en la orilla.  Me marché antes que ellos, dije adiós, y oí una respuesta. No sé si se quedaron hablando de la vecina que acababan de tener. Igual, por esas coincidencias extrañas que da la vida, un día me los encuentre en su país y los reconozca.

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