Que sean otras
Hay semanas en las que las malas noticias se
ponen de acuerdo para estar todas juntas. No sé en qué va para que estas
predominen sobre otras. Y eso que intentas buscar la parte positiva, pero
sucede que, hay situaciones injustas o hechos incomprensibles. No encuentras
los porqués. Son de esas semanas en las que te saluda una vecina y te cuenta de
sopetón el susto que se pegó la noche anterior y que la llevó a pisar urgencias
con el corazón encogido. Y las palabras no te salen delante de esa vecina a la que aprecias, porque nada servirá para
consolar o intentar calmar. Y luego te pasa algo a ti y a ese familiar que te
llama con la voz entrecortada. El ambiente se va llenando de estados de ánimos
decaídos y desinflados. Mires por donde mires siempre hay una cara angustiada o
un gesto comprimido. En la cola del supermercado, en la entrada del hospital,
caminando por la acera, te hablan con la mirada rota y con un hilo de aliento.
Todo en una semana antipática. Es imposible sujetar en las manos tantas
preocupaciones que oyes y vives. Confías, simplemente confías, que después de
la tempestad llegue la calma. Que las malas noticias disminuyan y desaparezcan
por un tiempo. Para celebrar cosas. Las buenas, las bellas y las positivas. Las
que te hacen sonreír abiertamente y levantarte cada mañana tatareando una
canción. Tiene que haber una mejoría para que los días sean transitables.
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