Amar cada instante
Hace unos días se lo contaba a un amigo.
Llevo dos años despidiéndome de personas que no conozco pero que han dejado una
pequeña grieta en alguna célula de mi interior. Dos años pisando el pasillo
blanco. Ahí he estado algunas horas, noches enteras y madrugadas en las que he
leído novelas ligeras para ayudar a pasar las horas. En ese pasillo lo
importante es ese minuto que estás respirando, al que te agarras y exprimes con
fuerza porque no sabes qué vendrá después. El resto, el bullicio de egos y
vanidades que transitan a pie de calle, pierden fuerza y valor. Recuerdo
aquellos primeros días. Me enfadaba con lo que sucedía y con cualquier
comentario que me hicieran. Huía hacia delante. Buscaba una forma para
protegerme y no caerme al suelo. No quería acariciar las heridas que tenía
delante de mis ojos porque me daba miedo. Hasta que empecé a ver el amor en lo
que estaba viviendo, en lo que veía de los otros y en la tristeza que aparecía
de repente. Había amor en ese zumo de
naranja que llevaba a escondidas para que la enfermera no se diera cuenta, en la
caricia sobre la venda, el color de la espera, en la primera Navidad con olor a
anestesia. En los personajes que inventé para ser otra persona. Pude calmarme y
dejé de buscar explicaciones porque comencé a sostener el dolor con ternura. Y
así lo hago todavía. Amar sigue
significando muchas cosas.
Y, continuando con la conversación con
ese amigo, también le conté que he dejado de hacer planes para mañana. Voy
desgranando las horas poco a poco, sabiendo que siempre habrá un problema que
resolver, una despedida, un motivo para alegrarte y una situación que te
desilusione. Intento caminar despacio para encontrar detalles pequeños y
hacerlos sublime, huyendo de los reproches o de los tira y afloja que oyes en
las conversaciones que buscan tener siempre la razón. Estos dos años me han demostrado que la vida
es muy caprichosa y, cuando quiere algo, no espera por ti. Te lanza al vacío,
sin hacer apenas ruido. No te da posibilidad de reaccionar. A mi amigo se lo decía: he decidido cultivar
cada hoy, poniendo todo el empeño por hacerlo bien. Ya mañana se verá.
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