El lenguaje del cuerpo


La niña metió con cuidado el tutú azul en el bolso. Estaba nerviosa, aunque aparentaba tranquilidad delante de su madre que la miraba desde la puerta de la cocina. Tenía memorizados los pasos de cada coreografía y sabía cuál era su posición en el escenario. Había ensayado muchas horas con sus compañeras de clases. Ya le habían hablado de la fuerza de la danza y de las sensaciones que transmitía. La madre lo había vivido siendo pequeña y se lo había contado a su hija mientras la veía girar al ritmo de la música en el pequeño espacio que tenían en el salón de su casa. Esa noche la niña saldría al escenario, y sería ella, con cada gesto y movimiento, la que volvería a recodarle lo que se siente cuando es el cuerpo el que habla y el que expresa las palabras que callas. El tutú azul de la niña se situó debajo del foco y la luz llegó hasta el patio de butacas. La madre pudo oír su respiración y comprobar que la danza nunca pierde la capacidad de desnudar las emociones.

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