Error tras error


No soy perfecta ni un ser para admirar. Me equivoco muchas veces porque tomo decisiones y no sé lo que va a suceder. Cometo errores en el trabajo o cuando estoy en mitad de una clase de yoga y levanto el pie derecho cuando toca levantar el izquierdo. En cada error hay una nueva oportunidad y el hecho de saber que lo intenté y lo hice dando lo mejor de mí. Brindo por cada resultado, ya sea positivo o negativo. Pero, he comprobado con cada fallo, que los demás disfrutan descubriéndote en la equivocación. Lo hacen con esa vocecilla con la que intentan ridiculizarte porque tú eres menor que ellos en ese momento en el que vienen a corregirte. Antes optaba por defenderme, pero solo conseguía más heridas de las que ya tenía. Prefiero reírme en silencio, sin que se den cuenta de que no me afecta lo que me dicen. Al final, ellos, tú y nosotros, tenemos defectos, carencias, callejones de los que huimos, algunos miedos y un puñado de pesadillas inconfesables.
Me equivoco, sí.Y me gusta apoyar a las personas que le suceden lo mismo y a las que rechazan sin darles oportunidad de intentarlo al menos una vez. A las que asumen retos con valentía y sin mirar el dichoso qué dirán.  La perfección es imposible y solo genera otro tipo de problemas dañinos para la salud. Y cuento todo esto porque hoy he vuelto a equivocarme. Y no, no me importa coleccionar errores porque siempre esconden un nuevo acierto. Hay que intentarlo, que la vida es muy corta y puede acabarse pronto. 



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