Llegaba
Llegaba. Las grietas en los dedos por hacer los cortes a las castañas para asarlas a fuego lento en el cuenco de barro. Llegaba. El cumpleaños y el dinero que te daba papá para que te compraras el mundo entero. Llegaba. El preámbulo a la Navidad, la ilusión, los primeros borradores mentales de la carta a los Reyes Magos. Llegaba portarse bien para que todo se cumpliera. Las mandarinas, las que cogías del árbol, y que mordías despacio para que no saltara el zumo por los aires. La bufanda en el cuello porque el frío de la lluvia calaba y los huesos no podían crujir. Llegaba. Llegaba noviembre. Pero hay instantes en la vida que lo cambian todo. Y llega noviembre. Llega enhebrando los recuerdos que fueron tu historia. Los recuerdos no son como productos caducados que tiras a la basura como si te desprendieras de ellos para siempre . En la distancia pesan más. Desaparece la ilusión y aparece el miedo que se adueña de tu cuerpo. Fuerte. Muy fuerte. Y no importa portarse bien para escribir los deseos en una carta, porque solo serán frases que te harán creer en imposibles. Y cae una gota en el centro del lagrimal, y no es por la lluvia. Lo que cruje es el dolor. La tierra está seca. Acaba de llegar. Y este noviembre parece otro.
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