Sola y guapa

Se sentía la mujer más guapa que pisaba la tierra. Primero se lo dijo un hombre con ojos oscuros, coleccionista de jarrones de porcelana, y parado de larga duración. Se lo soltó sin adornar el adjetivo con otros. Guapa. A secas. El siguiente, con gafas de pasta y con un prognatismo maxilar bastante desarrollado, fue más poético, comparándola con una actriz de cine. A las dos de la madrugada, mientras se sujetaba el pelo en un moño, creyó que sus pechos eran hermosos y que tenía dos luceros en los ojos. Esta vez notó que sus mejillas se sonrojaban y tuvo que tragar saliva para aliviar la sequedad que le originó la emoción. Disfrutaba con todos aquellos halagos y los apuntaba en un papel para leerlos y releerlos. Con la autoestima por los aires, cerró la sesión de la página en la que se sentía la mujer más guapa que pisaba la tierra. La había abierto animada por una amiga que confíaba en los corazones que conectaban en la distancia. En la pantalla del ordenador pudo ver el reflejo de su sonrisa. Se fue a dormir. Contenta y sola. Cuando se despertó tenía un mensaje de voz de su amiga. Le detalla ilusionada los hombres que le habían dicho guapa. Eran los mismos de su lista. Sola, volvió al mundo real, pero sintiéndose realmente guapa. Tenía que encontrar la parte positiva al mundo virtual.

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