Cuando la mañana cambia

Un golpe. Un golpe que cambia la agenda de un lunes de septiembre. Muy temprano. A las siete. Y el lunes tiembla contigo, con tu cuerpo. Se rompe el cristal de la mañana y entra la incertidumbre. El destino se presenta delante de ti sin avisar. Lo que creías fuerte se hace débil. Y odias algunas palabras. O casi prefieres que nadie te las pronuncie. Y, aunque piensas que todo suma, esta vez todo resta para ti. El dolor ajeno se une al tuyo, como el tuyo forma parte del ajeno. Los argumentos que otros te cuentan te sirven para hacer más llevaderas las horas que pasas en una sala fría y blanca. No piensas en sueños, ni en milagros, ni en lo que hiciste el sábado cuando disfrutaste con unos amigos, ni en lo que tenías planeando para diciembre. Piensas en lo débil que eres entre esas paredes, lo débil que eres tú, lo efímero que puede ser un amanecer o el calor de un abrazo. Te da miedo descubrir qué mundo vendrá detrás de esa oscuridad que manchó la mañana, porque dudas si podrás soportarlo. Solo ves ruinas y pedazos. Un golpe. Un golpe que reafirma que pendemos de un hilo y que es el universo el que tiene sus propias leyes. Pura matemática de las que desconocemos sus fórmulas. Te toca atacarlas para poder avanzar. Para bien o para mal. Y el golpe, cuando llega, no te dice cuánto tiempo durará el pulso que te está echando. La mañana cambia y cambia las que vendrán.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me apetece visitarte...
Hasta pronto.