La escena de la calle

Vi la tarde de forma diferente. Las fachadas de los edificios habían cambiado. Colores que no reconocía y ventanas decoradas con flores que daban un toque festivo a la calle. El vendedor de lotería, el que se coloca cerca de la farola, escuchaba la radio en un aparato destartalado y anticuado. Tenía un cigarro entre los dedos. En la acera, un joven con playeras de marca, jugaba a hacer equilibrio sobre el delgado borde de cemento. Su novia, sí, era su novia, se reía cada vez que caía su cuerpo al suelo. Él decía que el viento no entendía de equilibrio. Ella lo observaba enamorada. En el local donde hace un mes vendían frutos secos, había una peluquería que ofertaba mechas californianas. Los bancos callaban, reposaban el silencio. Los viejos paseaban arrastrando el peso y el tiempo sobre sus bastones. Se quejaban mientras ahuyentaban los dolores. Una adolescente esperaba apoyada en el muro de la plaza. Cuando una persona espera la postura del cuerpo habla. Una señora tiraba cajas de cartón y papeles en el contenedor azul. Me sonrió y le sonreí. Lo hizo por educación, no creo que me conociera. Las hojas de periódico por los aíres. Los pájaros volando. La guagua verde y el chófer. Una tarde en una calle que parecía diferente. Esto es una escena que se repite siempre. Aunque parezca nueva. Solo lo puedes ver si se te olvida el móvil en casa.

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