Abuelo y abuela


De todas las palabras que hay en el diccionario, abuelo es la que más me gusta. Y abuela. La palabra abuela es tan perfecta, que dentro de ella caben otras también importantes: belleza, sabiduría, experiencia. Es una palabra que al pronunciarla se llena una casa de aromas y de ternura. Un nieto, cuando llama a su abuela, va buscando un poco de alivio y de calor. Y no tiene que alargar las vocales ni dar gritos como puede ocurrir con otras palabras, porque la abuela siempre estará esperando con el mantel puesto y la mesa preparada. Con abuelo llegan olores y anécdotas de complicidad. Se puede incluso tocar si cierras los ojos mientras la deletreas lentamente en voz baja. Rima con campo, con platanera y con cualquier otra que signifique sacrificio. Abuelo y abuela son dos palabras están cargadas de vida y de amor.
Y, cuento todo esto, porque no puedo leer noticias en las que se dicen que hay abuelos que están solos. O abuelas que han sido tratadas con desprecio y malamente. No entiendo que existan personas que quieran anular las voces de los que más saben o de los que tienen miles de historias que contar. Ellos nos vieron nacer, llegaron antes que nosotros, y han aguantado tempestades y penas sobre sus hombros. Por eso tienen la piel arrugada. Y, aunque muchos tienen ausencias en los recuerdos que guardan en su memoria, siguen sintiendo y necesitando el tacto cariñoso de otra mano. Lloran si les gritas. Y se entristecen si los insultas. No son seres insensibles y sin corazón.
Será cuestión de tiempo para que los que hoy caminan con vitalidad, también se conviertan en mayores que no querrán que los traten como un mueble inservible. No puedo comprender que existan estas acciones dañinas para el mundo. Hay que pronunciar abuelo y abuelo con respeto. Hay que hacerlo amando su sonoridad. Porque son dos palabras realmente bellas.

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