Cuestión de tecnología


Va más allá. Hasta ahora sabía que, si buscabas información en alguna página de Internet, cada vez que volvías a conectarte te saltaban pantallas con propuestas de lo que habías solicitado. Hasta ahí se puede entender, sabiendo que Google conserva las consultas que no borras antes de apagar el ordenador. Para que eso no ocurra, lo mejor es eliminar el rastro cada vez que te conectas y así controlas la información que almacenas. Ayer me he dado cuenta de que llega más allá. Quería comprar unas galletas y empecé a coger paquetes sin tener claro con cuál quedarme. Estuve un rato con un paquete en la mano sin saber si al final me decidía por ellas. Las terminé dejando en la estantería.  Iba sola, y creo, eso creo, que nadie me miraba. Pagué el importe de la compra, la cajera ya me conoce de otras veces, y mantuvimos una conversación de temas corrientes: el tiempo, los días de fiesta, etc. No le nombré las galletas. Entré en mi edificio, no me siguió nadie, y no coincidí con ningún vecino en el ascensor. Después de colocar la compra en la despensa me senté en el ordenador. En la primera pantalla que abro aparece información sobre la marca de galletas que había tenido en mis manos unos segundos antes. Tuve que acercar los ojos a la pantalla para ver si eran las mismas. Y sí, la marca salía parpadeando en el anuncio. Creo que, al igual que ocurre cuando queremos comprar un coche y toda la calle se llena del modelo que elegimos, mi mirada se centró en una publicidad que siempre había estado en esa ventana emergente. No veo otra explicación. Aunque no hay que descartar la posibilidad de que Internet controle tanto nuestra actividad que sepa de nuestros pensamientos antes que nosotros. Muchas veces, escribiendo un wasap, queremos ir tan rápido, que hemos deseado que el móvil averigüe lo que pensamos para que se adelante a lo que queremos compartir. Llegará ese momento. Cuestión de tiempo. O de tecnología.


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