La otra mujer

En toda ciudad siempre hay una mujer que camina con los puños cerrados. En las cuencas de los ojos esconde el eco de los gritos con los que se alimenta a diario. Es una fracasada, está segura, se lo cree cada vez que se lo dicen a la cara. Habla torpemente y con poca fuerza. Las palabras pierden valor cuando los hombres se expresan. Busca rincones solitarios en los que refugiarse, imaginándose cómo sería la otra mujer con la que podría sentir y ser. Si un día te la encuentras, ayúdala a abrir y a extender las manos. Tiene que convertirse en esa otra mujer. Nadie, nadie, es dueño de su tiempo.

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