8 de marzo
Me pregunto qué pensaran los hombres de un día como hoy, de tanto
cartelito resaltando a la mujer y de miles acto institucionales donde se
ve a las mujeres como protagonistas. Esto puede llegar a ser como las
buenas campañas de marketing que en su lanzamiento tienen éxito y son
necesarias para realzar el producto, pero a la larga pierden su eficacia
y eficiencia y lo que produce es un efecto contrario y negativo. No sé
ese empeño de resaltar en los mensajes que se leen en los
actos públicos el femenino y el masculino, vecinos y vecinas,
ciudadanos y ciudadanas, entre otros. Personas somos todos y , de nada
sirve cambiarlo, si en las tripas de las palabras, la mentalidad, las
creencias y los valores siguen turbios y confundidos.
No quiero unos días que me separe de los otros viajeros del camino y que distingan un sexo en relación al otro. No quiero que al abrirme una puerta digan: es mujer, es sensible y diferente, déjenla pasar. No necesitamos flores, ni poemas donde se sitúa a la mujer como víctima sin posibilidad de alzar la voz y gritar su poder.
Pienso en mi madre y en las abuelas de antaño que callaban gritos y desprecio de hombres machitas que veían al sexo contrario como una hormiga insignificante sobre la que tenían poder. Lo he vivido y, desgraciadamente, lo sigo viviendo. Si no se hace una limpieza de choque, esto seguirá ahí. No quiero eso en mis amigas, ni en mis sobrinas, ni en mis vecinas o desconocidas que luchan para ser una más. De nada vale una siempreviva sobre la mesa si seguimos dejando a un lado el esfuerzo por luchar por valores como el respecto, la dignidad o el amor a la persona que tienes a tu lado. No hay que olvidar las palabras que tenemos que usar para no dañar a la “persona” cuando hablamos con ella o considerar que una tarea quede relegada exclusivamente a un sexo, y no a otro. Ahí está las entrañas. Ahí está el trabajo.
Me sigo preguntado: ¿Qué pensarán los hombres de estos actos? ¿Cómo ven a la mujer después de un 8 de marzo?
Como en las buenas empresas habrá que hacer un balance para comprobar si obtenemos beneficio.
No quiero unos días que me separe de los otros viajeros del camino y que distingan un sexo en relación al otro. No quiero que al abrirme una puerta digan: es mujer, es sensible y diferente, déjenla pasar. No necesitamos flores, ni poemas donde se sitúa a la mujer como víctima sin posibilidad de alzar la voz y gritar su poder.
Pienso en mi madre y en las abuelas de antaño que callaban gritos y desprecio de hombres machitas que veían al sexo contrario como una hormiga insignificante sobre la que tenían poder. Lo he vivido y, desgraciadamente, lo sigo viviendo. Si no se hace una limpieza de choque, esto seguirá ahí. No quiero eso en mis amigas, ni en mis sobrinas, ni en mis vecinas o desconocidas que luchan para ser una más. De nada vale una siempreviva sobre la mesa si seguimos dejando a un lado el esfuerzo por luchar por valores como el respecto, la dignidad o el amor a la persona que tienes a tu lado. No hay que olvidar las palabras que tenemos que usar para no dañar a la “persona” cuando hablamos con ella o considerar que una tarea quede relegada exclusivamente a un sexo, y no a otro. Ahí está las entrañas. Ahí está el trabajo.
Me sigo preguntado: ¿Qué pensarán los hombres de estos actos? ¿Cómo ven a la mujer después de un 8 de marzo?
Como en las buenas empresas habrá que hacer un balance para comprobar si obtenemos beneficio.
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