Cine y teatro
Fui a ver los “Abrazos rotos”, de Pedro Almodóvar. Aceptable, para ser una película española. Estaba presente la mezcla habitual en estas proyecciones: sexo, homosexualidad e infidelidades. Quise verla por la buena crítica que ha tenido con sus grabaciones en Lanzarote. Y Lanzarote aparece lo justo. Pero aparece.
La anécdota que tuvimos la protagonizó un fallo de la pantalla, de la cinta o de lo que fuera. A los pocos minutos de empezar a verla, la imagen temblaba y comenzó el alboroto entre el público. El más decidido se levantó de su asiento y habló con algún encargado de la sala. La película se interrumpió por unos segundos. Pero después de ese extraño corte, continuamos con la proyección. No contaré nada del argumento. El que decida ir a verla tendrá alguna risa, porque hay algún personaje gracioso que te la provoca. Por lo demás, sirve para pasar unas horas entretenida en el cine.
Eso fue ayer, porque el viernes me tocó ir a ver el perfomance por el día del teatro. Los perfomance suelen ser extraños, o difíciles de entender. Son acciones en directo sobre un tema en concreto y sin un hilo conductor muy claro que puede llevar incluso a perderte o no saber lo que está sucediendo. En esta ocasión me pasó. Por un momento me perdí o no entendí exactamente lo que estaba ocurriendo en escena. Y era una pena, porque los textos eran de Borges y muy bien seleccionados. Pero no comprendía lo que se estaba representando. El teatro puede tener esto, dejarte con una extraña indeferencia cuando terminas de ver una obra. Ya lo dice la frase: “No hay obras buenas o mala, sino espectadores para cada una de ellas”.
Con un viernes de teatro y un sábado de cine, el domingo me ha tocado descansar y leer. El próximo fin de semana ya vendrá con otras posibilidades. Y seguro que las contaré.
La anécdota que tuvimos la protagonizó un fallo de la pantalla, de la cinta o de lo que fuera. A los pocos minutos de empezar a verla, la imagen temblaba y comenzó el alboroto entre el público. El más decidido se levantó de su asiento y habló con algún encargado de la sala. La película se interrumpió por unos segundos. Pero después de ese extraño corte, continuamos con la proyección. No contaré nada del argumento. El que decida ir a verla tendrá alguna risa, porque hay algún personaje gracioso que te la provoca. Por lo demás, sirve para pasar unas horas entretenida en el cine.
Eso fue ayer, porque el viernes me tocó ir a ver el perfomance por el día del teatro. Los perfomance suelen ser extraños, o difíciles de entender. Son acciones en directo sobre un tema en concreto y sin un hilo conductor muy claro que puede llevar incluso a perderte o no saber lo que está sucediendo. En esta ocasión me pasó. Por un momento me perdí o no entendí exactamente lo que estaba ocurriendo en escena. Y era una pena, porque los textos eran de Borges y muy bien seleccionados. Pero no comprendía lo que se estaba representando. El teatro puede tener esto, dejarte con una extraña indeferencia cuando terminas de ver una obra. Ya lo dice la frase: “No hay obras buenas o mala, sino espectadores para cada una de ellas”.
Con un viernes de teatro y un sábado de cine, el domingo me ha tocado descansar y leer. El próximo fin de semana ya vendrá con otras posibilidades. Y seguro que las contaré.
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