Sensaciones
Camino descalza
por la finca. Mi madre, como todas las madres del mundo, siempre me dice que
los resfriados entran por los pies. De vez en cuando hay que darse un capricho
y hacer lo que te gusta. Miro mis pies y compruebo que disfrutan sin ataduras y
sin presiones. Una delicia. Son esos pequeños detalles que necesitamos para
sentirnos bien.
Hace unos días
que llegó la primavera y huele a azahar. El paisaje cambia muy rápido y no es
lo que fue en otra estación. Ni lo son nuestros sueños ni el futuro que teníamos
pensado hace una semana. La naturaleza intenta ordenarse, ajena a las
conversaciones que bullen en cada esquina. La flor que había crecido cerca del
naranjero se la llevó el viento y ha dejado el tallo triste. Los pájaros no
paran de cantar y una bandada de golondrinas, como si estuvieran actuando
delante de su público, sobrevuelan el cielo azul, tan azul, que casi se puede
afirmar que lo han pintado para que esté perfecto. Las mariposas blancas
revolotean alrededor de las plataneras, y juegan entre ellas, intentando
decirse algún secreto al oído. La brisa fresca atraviesa los poros de la piel y
las fosas nasales se llenan de aire puro y fresco. Las horas se calman porque la
vida vibra.
He caminado
descalza por la finca. Mientras me limpiaba los pies para ponerme las playeras,
tatareaba la frase se mi madre: “No camines descalzas que los refriados entran
por los pies”. Me he acorado de esa niña que se escondía temblorosa para
caminar descalza. Y he sonreído al ver que uno de mis miedos se ha hecho pedazos.
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