La hora del amor

Nos hemos hecho amigas. Sonríe desde que me ve llegar y desde que me coloco cerca de ella. Sé que sonríe, aunque la mascarilla oculte su gesto. En la cola esperamos a que nos abran la puerta para poder entrar. Esperamos por una visita breve: de una hora y a dos metros de distancia. Ella me habla de su hijo, al que dejó allí hace un mes, en el hospital. Lo dejó solo porque el protocolo todavía prohíbe que un familiar sostenga la mano del que necesita cariño. No se emociona cuando habla, pero sus palabras están teñidas de angustia y de dolor. He podido comprobar cómo le cambia la mirada mientras me explica todas las pruebas que le han hecho a su hijo, de las que se ha enterado por una llamada de teléfono. Las dos esperamos, como esperan los que están detrás de nosotros y a los que no me atrevo a mirar para no encontrarme con los ojos secos de la tristeza. En esa espera hay amor: el amor por el familiar que está enfermo y solo. La visita transcurre en un pis pas. Una hora no da para mucho cuando quieres calmar a la persona que tienes delante. Bueno sí: da tiempo a sentir impotencia. Cuando te das cuenta ya están echándote a la calle, a esa misma calle en la que la gente pasea como siempre, como si nada, con la conciencia tranquila porque un día salieron a las siete a aplaudir a la ventana.

Cuando me subo al coche y acelero por la autopista pienso en la rápido que dejamos atrás sentimientos. No hace nada buscábamos maneras para sobrevivir. Nos los habían quitado todo. Todo lo que creíamos que era necesario para vivir. Abrimos nuevas puertas para no sentirnos solos ni rotos. Las cifras aumentaban las estadísticas, y el miedo que sentíamos lo disfrazábamos: videollamadas, clases online, cursos de cocina, la solidaridad de las siete.  Soñábamos en creernos más humanos y mejores. Pero lo que sentimos o pudimos sentir lo dejamos atrás en un pestañeo porque esas cifras que daban miedo ya no asustan, son pasado. Conseguimos ese todo que creemos importante para vivir.

Desde hace veintitrés días veo a mi amiga en la misma cola. Esperamos. Por una hora de amor. 

 


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