Buscando la reconciliación
Me sorprende la cantidad de escenas que
vives en un mismo acto. Vas por la calle y te encuentras ciento de luces,
casetas que venden decorados navideños y árboles con bolas de colores que
luchan con el viento para no caerse al suelo. Recibes mensajes de felicidad y
de amor, como si todo fuera perfecto para ti y para los demás. A pocos metros,
después de este bullicio, ves otra escena que no encaja con lo que has dejado
atrás. Una mujer entra con una bolsa al hospital. Lleva ropa limpia para su
marido. Hace un mes y medio lo ingresaron para hacerle unas pruebas y ahí se ha
quedado desde ese día. La mujer no sonríe. La mujer solo habla de su desgracia
y de la pena que siente al ver a su marido tan débil. No quiere saber nada de
la magia que hay en la calle y no se atreve ni a nombrarla, porque su Navidad
se ha cubierto de dolor y de nostalgia. Está enfadada con las navidades.
No hace falta caminar mucho para encontrar estos contrastes. Para mí, que cada año hay más empeño en decorar cualquier rincón y en darle volumen a los altavoces en los que suenan villancicos. Hay miles de adornos, de todos los tamaños y diferentes diseños. Hasta el frutero de la esquina ha colocado un árbol brillante que ocupa la mitad de la entrada y parte de la tienda. Todos sabemos las fechas en las que vivimos y no es necesario que nos lo recuerden con tanto énfasis. A lo mejor, con un decorado más sencillo, estos días serían más llevaderos y digeribles. Pasarán desapercibidos, sin que entren en esas habitaciones que tienes cerradas en tu interior. Porque, como le ocurre a esa mujer que va al hospital a ver a su marido, hay personas que sienten que su ilusión ha disminuido y se ha agrietado. Que tienen socavones emocionales que aumentan cuando pasan de una escena a otra. Y, al final, todos deseamos caminar por la calle sin los puños apretados, sintiéndonos reconciliados de alguna forma con estas fechas y con lo que vemos. Un día fueron bellas, y ahora no tienen que venir a hacernos daño.
No hace falta caminar mucho para encontrar estos contrastes. Para mí, que cada año hay más empeño en decorar cualquier rincón y en darle volumen a los altavoces en los que suenan villancicos. Hay miles de adornos, de todos los tamaños y diferentes diseños. Hasta el frutero de la esquina ha colocado un árbol brillante que ocupa la mitad de la entrada y parte de la tienda. Todos sabemos las fechas en las que vivimos y no es necesario que nos lo recuerden con tanto énfasis. A lo mejor, con un decorado más sencillo, estos días serían más llevaderos y digeribles. Pasarán desapercibidos, sin que entren en esas habitaciones que tienes cerradas en tu interior. Porque, como le ocurre a esa mujer que va al hospital a ver a su marido, hay personas que sienten que su ilusión ha disminuido y se ha agrietado. Que tienen socavones emocionales que aumentan cuando pasan de una escena a otra. Y, al final, todos deseamos caminar por la calle sin los puños apretados, sintiéndonos reconciliados de alguna forma con estas fechas y con lo que vemos. Un día fueron bellas, y ahora no tienen que venir a hacernos daño.
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