Papeles guardados


Estamos en los papeles que dejamos escritos o en los que firmamos para sellar un compromiso que tenemos que cumplir. En ellos se quedan los éxitos que se alcanzaron, los intentos de lograr un sueño o la sonrisa de algún momento importarte. Esos papeles son parte de nosotros. Huelen a nosotros porque llevan nuestro nombre. Solo tienes que coger un papel escrito por otra persona para vivir esa sensación. Sucederá cada vez que lo hagas. Me sucedió. No sabía si quitarles el clip oxidado a aquellos papeles. Tenían más de cuarenta años. Y de repente, sin que esa persona estuviera a mi lado, lo sentí joven, tomando decisiones y orgulloso de haber conseguido lo que se había propuesto en una época con restricciones y dificultades económicas. En esos renglones estaba parte de su andadura. Yo era pequeña, me lo dijeron los papeles. Miré treinta años atrás y empecé a reunir piezas de lo que pasó o pudo pasar. Encontré pistas de lo que fue importante. El papel era tan fino que las letras luchaban para no salir disparadas al suelo. El ayer volvió como un boomerang hasta el hoy. Ese es el poder de los papeles que guardamos, que te permiten echar la vista atrás y descubrir cosas de otro tiempo.

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