La visita de los amigos

Ayer estuvo con sus amigos. Se sentaron en el muro de la fuente y sintieron la humedad de la piedra en las nalgas. El mayor de todos comenzó a contar chistes y a reírse de los vestidos estampados que usaba la señora de la tienda de comestibles. Las risas se mezclaron con el goteo del agua que caía detrás de ellos, transformando el paisaje en un ambiente sonoro e inocente. No sabían lo que era besar a una chica, ni estar muy cerca de ella y, comentaron que, si la primera vez sería un pecado como habían oído decir a los mayores. Creían en el amor y vaticinaron encontrarlo en el estribillo de una canción de alguna fiesta. La higuera tenía higos maduros, pero no quisieron tirar piedras para cogerlos. Eran unos niños tranquilos y huían de los conflictos. Avanzó la tarde. Se juraron amistad para toda la vida y planificaron sueños, como si el futuro fuera el barro que pisaban en los charcos y podían construir sobre él lo que querían a su antojo. Estuvieron un rato en silencio, comiendo los caramelos de nata que uno de ellos había traído en los bolsillos, y la primavera se convirtió en una estación para tomarse las horas con calma. Se marcharon cuando el sol dijo adiós por detrás de las montañas. Prometieron que volverían a verse al día siguiente y a la misma hora. El lugar no hacía falta recordarlo. Ayer estuvo con sus amigos, eso creyó, pero, esta vivencia ocurrió hace setenta años. Él tenía doce años. Ahora no recuerda la edad que tiene.

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