Fuegos artificiales

Todos guardamos un caos que nos hundió hace días o años. Los vericuetos de nuestras vidas están llenos de risas, tropiezos, soles, lluvias y atardeceres que forman una costra seca sobre algún órgano interno. Los fuegos artificiales los vemos como las antípodas de nuestro propio caos. Así nos queremos sentir, mirando al frente, ignorando las tormentas que desplomó el mundo que teníamos delante de nuestros pies. Sonreímos ante ese estallido, mientras susurramos que ya está bien de llevar a cuesta un peso, del que aprendimos o no, pero que impide adentrarnos a los colores que nos esperan.

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