Aquello que nos emociona

A veces es una frase o una metáfora que te impacta. Otras veces está en lo que te cuenta el personaje. Siempre hay algo, por pequeño que sea, que te atrapa. Un libro sabe qué decirte y tiene táctica suficiente para hacerlo sin dañarte y sin herirte. Llena vacíos, se queda contigo cuando todos se han ido y te explica aquello que no eres capaz de articular con la voz. Y, en esa conversación que se produce, te vas conociendo un poco más. A mí me ocurre que, cuando termino un libro, lo sostengo durante un rato en las manos y lo miro con tristeza porque me cuesta despedirme de él. Se crea un vínculo que no es fácil romper. También me pasa que, si el argumento es muy bueno, ralentizo la lectura para que no se acabe pronto, para que dure el sabor dulzón que me está entregando. Un libro lo puedes leer varias veces y, cuando lo haces, regresas a situaciones que ya has vivido. Te acerca olores, miradas o una carcajada de la que ya no te acordabas. En las relecturas viajas con la memoria a tu pasado y te encuentras en el mismo lugar que estuviste cuando te sorprendió la historia por primera vez. En cada encuentro recibes sensaciones diferentes.Y si te atreves a navegar debajo de las palabras y analizar los detalles, puedes descubrir rasgos del escritor. De la persona que dejó de comer o de dormir para dar vida a una historia. Para ti. Para que sigas leyendo. Para que los libros no desaparezcan y se respeten como se merecen. Porque tenemos que estar al lado de aquello que nos emociona. Y un libro sabe cómo hacerlo.

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