Los deseos

Los deseos se marcharon con el humo que las velas desprendían al apagarse. Ella miraba la cortina gris que se escapaba de la habitación y se imaginaba a la diosa fortuna haciendo el recuento de las peticiones, archivándolas en la carpeta amarillenta de asuntos pendientes.
No era mujer de permanecer con los brazos cruzados. Sacó de la caja de cartón los tacones que le acababan de regalar y, con una pisada nueva, salió a la calle con la ilusión de una niña que corre sin parar porque estrena zapatos por primera vez.

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