La ventana

 

La ventana estaba abierta. Él siempre dejaba la ventana abierta para que entrara la luz del exterior. La cocina llena de cacharros sin fregar: la taza del desayuno, el plato de la cena y un vaso en el que había bebido agua la noche anterior. Yo lo miraba desde la ventana. Mis ojos seguían su sombra, a la derecha y a la izquierda. Descubrí qué le preocupaba o en qué pensaba cuando se sentaba en la cama y buscaba respuestas en la grieta de la pared. Allí estaba su intimidad, lo que no quería que nadie supiera. Los libros, las cartas sin abrir, las migas de pan sobre la mesa, el polvo acumulado. Era un hombre que transmitía calma y serenidad en sus movimientos. Me marché cuando empezó a oscurecer. Esa era su casa. Él había dejado abierta la ventana de sus secretos para que abrazase, como se abraza lo prohibido, su soledad.

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