No
te preocupes en ponerte tacones o hacerte el peinado que has visto en una
prestigiada revista de moda. No te agobies por el olor de tu aliento o si la
última legaña es la que maquilla a tus ojos. Sal a la calle como quieras, como
te de la gana, aunque lleves una camisa de cuadros con un pantalón a rayas. No
te agobies por sonreír, nadie te va mirar ni se dará cuenta si te falta
una pieza de tu amarillenta dentadura. Camina tranquilo y olvida tu timidez
porque las miradas de tus vecinos, la de tu ex o desconocidos, estarán en sus
pantallas de móviles.
Preocúpate
en actualizar tu estado de wassap para que tus contactos sepan lo que haces en
cada momento. Esto sí tienes que cuidarlo con esmero porque es posible que tu
larga lista de agregados piquen de curiosidad. Sin darte cuenta, empezarás con
una pequeña adicción por recibir fríos afectos cada vez que te pregunten
lo que te sucede, aunque la mayoría solo lo haga por pura novelería y no
porque le interese tu verdadero estado personal. Cuando oigas el sonido que has
elegido para tus mensajes entrantes, se engordará tu autoestima. Eso sí, de
manera ficticia y nada sano para tu organismo, porque tan rápido como llega, se
va. Busca una foto de wassap en la que estés guapa porque una
imagen virtual vale más que miles de intercambios gestuales en una conversación
delante de un café o comiendo pipas saladas en la plaza.
Y
muy importante: pierde las mañas de dar abrazos, caricias o besos.
Acostúmbrate a enviarlos virtualmente con caritas amarillas y añadir el “ja,ja,ja”
al final de cada frase para que no te tomen de persona demasiada seria, aunque
sepan que eres de las que saca punta positiva a lo que se te pongan delante. Estos detalles virtuales son los que se valoran. Y por supuesto, elige el
adecuado para la persona correcta, no sea que el chico que conociste en un
curso de cocina se crea que estás enamorado de él por mandarle un corazón rojo.
Ah, y por último, a un buen amigo no lo dejas tirado en la calle con la
despedida en la punta de los labios. Eres cortés y educado. Pero a un contacto
o supuesto amigo, lo puedes bloquear sin temblarte el pulso. Esta es
diferencia de valores con estas malas costumbres virtuales. Los sentimientos
nacen en la yema del dedo pulgar. Estos
son los que desgraciadamente (demasiado) valen y se dan importancia. Aunque me
digan rara (y lo seguiré siendo), sigo prefiriendo, los sentimientos que son
reales, vivos, y que saben a historias
que se guardan en el corazón, antes que unos que se almacenan en los gigas de
una tarjeta de memoria, y que como te descuides, se los lleva un virus.
(Labailarinadescalza)
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