Las sorpresas de la semana
Me pongo a recordar lo ocurrido en la semana pasada y deseo que la que comienza sea igual o incluso mejor. Pequeñas sopresas y momentos agradables, estuvieron conmigo desde el lunes hasta el domingo. No hace falta grandes acontecimientos para que algo te haga reír o empujarte en una mañana que el calor te tiene sin respiración . Por lo menos, a mí así me lo parece.
La primera sorpresa me la llevé en este blog, con la llegada de nuevos amigos que pasaron a recorrer mis letras y dejaron su huellas. Uno de ellos no era tan desconocido, porque ya había formado parte de mí hace casi 21 años y una búsqueda en el Google, lo condujo hasta esta bitácora. Esto es lo que tiene las redes sociales, o tal vez, las redes que vamos tirando en nuestras aguas mientras movemos los remos. Y sí, me acuerdo de Edgardo, porque cuando estábamos en el instituto, ambos, éramos los " raros". Él metido en libros y trazos de dibujos, y yo, escondida detrás de horribles aparatos ortopédicos que no me permitían visualizar lo que sucedía a mi alrededor. Así se lo dije en el email de contestación que le mandé: " Toda persona que encuentras en tu vida, es la justa". Me alegro, Edgardo, que aparecieras " quebrando el silencio" de este tranquilo blog. Esto es una señal que esa borrosa etapa de instituto no fue tan mala como la recordaba o recordábamos.
El segundo visitante de este blog, era totalmente desconocido, pero sí que es la persona adecuada. Lo sé. No he hablado con ella, pero palpo que nos ata demasiadas cosas en común. Su manera de escribir, sencilla y simple, con vocales que relatan sus sentimientos. Con sólo leer varias entradas de su blog, sé que es una mujer especial, que escala con valentía cada escalón de la escalera que se encuentra en su camino. Me siento contenta que aparecieras en este blog, y sé, que sabremos llenarnos los bolsillos de experiencias y comentarios.
No me olvido de la otra sorpresa. Más simple, pero también bonita: la publicación de la foto de Pablo en el C7. Me conformo con poco y este detallito también me levantó del sillón para celebrarlo. Tiene que ser así, sentirse bien con lo pequeño, para que las diminutas pinceladas de alegría que recibes, te permita huír de lo que no quieres ver ni oír.
Y por último, la brillante sonrisa de mi madre, que alejada de fogones y calderos, hacía de madrina en la confirmación de Patricia. Fue lo mejor que vi durante el acto religioso del sábado. El resto, sólo me pareció un desfile de moda de unos chiquillos que jugaban a hacerse mayores en una tarde de sábado. La palmada del obispo no creo que sirviera de más. ¡ Ay, chiquillos! Disfruten y busquen su propia verdad, la que consideren bella, aquella a la que encuentran significado. Por mi parte, ese día me sirvió, para contar una alegría más.
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