El final de la gala
Aún me duele el cuerpo. Y si cierro los ojos, puedo recordar las prisas en los vestuarios, los apuros de último momento y los nervios cuando veías que parecía que nada iba a salir bien. Aún me siento cansada, pero es un cansacio que me gusta porque es la señal que me dice que valío la pena hacer tanto esfuerzo. La gala, y apesar del inoporturno problema una hora antes de comenzar, salío perfecta. Los chicos y chicas de Asdownsur fueron grandes artistas y levantaron de las butacas a un público que se emocionó nada verlos salir al escenario.
Han sido casi cuatro meses de reuniones y ensayos, tantos, que en la última semana tambaleaba mi propio espacio personal. Pero aún así, con agujetas en el cuerpo, tengo muchas recompensas. Me quedo con la espontaneidad de Luismi que quizo ser un presentador improvisado. No olvidaré la sonrisa de felicidad de Javier cuando oyó su nombre anunciando su salida al escenario. El abrazo que me dió Diana porque sabía que su escala en Hifi fue un aportación original al acto. El beso de David, siempre tan poco expresivo para las emociones, pero que ese día hizo lo que nunca habia hecho. Y por supuesto, la inolvidable sensación que me produjo la coreografía de los voluntarios al ver cómo ellos también vivían la música y comprobaban cómo los movimientos le hablablan de sentimientos, de integración y de logros.
Una gala sin carencias y sin limitaciones. Una gala sencilla, que salío adelante con la labor impagable de una decena de voluntarios que corrían a un ritmo loco vistiendo y desvistiendo a los chicos. Una gala que se volverá a hacer el próximo año el día de la discapacidad, y que si vuelven a contar conmigo, estaré otra vez allí.
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