Los primos
Cathaysa se puso las cholas y trancó la puerta
del choso para ir a la acequia a buscar agua. Llevaba el balde apoyado en el
rolete. Cogió un atajo porque no quería ver a la chaflameja de la vecina que
siempre estaba con las bembas en la ventana golisneando la vida de los demás.
Se encontró a su primo Acaymo que venía con el burro subiendo por el barranco.
Buscaron un sitio asocado, al lado de las aulagas secas, para alegar un pizco
porque hacía días que no se veían el jocico. Se sentaron encima de unos bloques, y allí pegaron la hebra. Acaymo le dijo
que su padre iba a ganar un fleje de dinero por un bisne que hizo con unos bien
amañados. Parecía enralado. En su casa estaban tan privados que pensaban matar
un cochino para hacer un tenderete y que la familia se embostara comiendo y
bebiendo ron. Ella se ofreció a hacerle las papas arrugadas y el mojo rojo. Su
madre haría el queque y el frangollo. Cuando estaban paliqueando, saludaron al
babieca del pueblo que iba con un sereto entongado de fregaduras para los
animales que tenía en el cercado. El babieca caminaba cambado porque hacía poco
se había dado un partigazo entre las tuneras. Tuvieron que arrancar la penca
pronto porque empezó a sorimbar y el pelete se le metió a Cathaysa en los
ñoños. Acaymo sintió magua cuando se despidió de su prima.
Comentarios