Ella
Sabe que fue
guapa y que la veían guapa. Ahora nadie
la mira. No queda rastro de su pelo brillante ni de los ojos saltones que
enamoraban y conquistaban con un movimiento de pestañas. Le da igual no dormir
por la noche o matar el hambre y las horas por la mañana, viendo a la gente que,
sin saber que ella existe atraviesan el
puente. Debajo, ella, tirada en un colchón le pesa los dolores, el olvido, los
abrazos que no pudo dar y el rechazo de una sociedad en la que no encaja. Hace
años vivía en otra ciudad, sobre el mismo colchón, escondida en un callejón y
con los mismos pensamientos. Tuvo que
huir para ser invisible, deambular sin ningún equipaje. Fue lo primero que
aprendió cuando jugó con la vida y salió
perdiendo.
Esta noche
siente que el frío se le mete en el cuerpo, infestado por la herencia de sus
actos. Le tranquiliza imaginar que su hija no estará pasando frío.
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