Un día te levantas y todo a tu alrededor ha cambiado. Los adoquines de la acera están desgastados y la carretera no es de tierra ni piedras. Ya no recuerda cómo era el vestido de flores con el que paseabas en la calle y olvidaste los juegos con los que te entretenías cuando tenías tres años. Muchos de tus sueños se quedaron dormidos en la mesilla de noche, y hace demasiados veranos que no lees cuentos, sino novelas y algún que otro poema que escriben los escritores que admiras y que sigues con relativa frecuencia.
Cada día es diferente al anterior y las cuarenta y dos posibilidades que dejaste atrás, no podrás atraparlas otra vez. Estás preparada para que no se escapen las próximas que vendrán porque las cicatrices que guardas en secreto, han dado como resultado un yo resistente y con una marca propia.
Un día te levantas y los años que tenías cuando te acostaste la noche anterior, dejan de estar contigo, y la vida te entrega un nuevo contrato con 365 páginas en blanco y con el reto de ir leyéndolas de manera pausada y de cumplirlas una a una. Cuando tienes cuarenta y dos contratos firmados y sabiendo que ni a ti ni a nadie le entregarán uno que sea indefinido, sólo quieres desmenuzar, exprimir hasta la última gota y aprovechar intensamente, cada una de las páginas que tienes la suerte de volver a firmar.
Allá vamos.
(Labailarinadescalza)

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