Así es mi luz

Llegué anoche. Llegué a la hora prevista y con el cansacio normal después de cinco días de guagua y excursiones. En el viaje pasó más o menos lo que ya suponía antes de salir. Los rezos no faltaron y no me escondo para decir, que más de una vez deseé no estar allí metida entre aquellos runruneos que al fin y al cabo, cada uno lo entendía como podía .Para mí no tenía sentido estar debajo de la llama de una vela mientras se consumía poco a poco mis ganas de aprovechar la oportunidad de disfrutar en el primer viaje que hacía con mi hermana. Yo encuentro la luz en el día a día, en las personas y en respetarlas. Siento la luz cuando rompo prejuicios y acepto al que me encuentro en mi camino sin haber mirado su vidrieras desde fuera porque he sido capaz de atravesarlas para mirarlas por dentro y asombrarme del colorido y la variedad que me transmite. La llama se prende al tender la mano para ayudar al otro y que a la vez, cuando lo necesite, pueda estirar la mía y saber que la tendré cerca. Pero lo siento desde mi fuerza y mi empuje, desde el ánimo que saco para no acordarme que hoy no tengo ningún dolor.

El viaje terminó y cada uno trajo en su equipaje algo más de lo que se llevó. No sólo vino la ropa sucia e impregnada con los olores de los lugares que vistamos. También venía las conclusiones que cada uno sacó de esta peregrinación, lo proyectos que a partir de ahora se marcarán y la manera que ha cambiado a nivel personal la forma de ver la fe. Ya una de las señora venía diciendo en el avión que tenía pensada la comida para la semana. Y a saber lo que las demás pensarían hacer con sus respectivas vidas.

Mis pensamientos están en mí. Mañana volveré a caminar, dejando la huella por los lugares que pase, sin velas en la mano y sin oír runruneos.