Desde hacía algunos meses hacía lo mismo cada mañana.  Se levantaba temprano, y aún con legañas pegajosas en los ojos, escribía lo que durante la noche había soñado. Escribía siempre lo mismo y con la intensidad que su universo onírico le trasmitía. Su sueño se repetía exactamente igual en la oscuridad de la noche. Necesitaba expulsarlo y que esa fuese su primera actividad nada más levantarse. Deseaba que ese punto y final que colocaba en el papel,  se convirtiera en el inicio de una realidad soñada.
Tal vez hoy, en un encuentro delante de él y mirándole a los ojos, terminaría para ella esa rutina de hacía algunos meses.
(Labailarinadescalza)

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