Soñó que le contaba un cuento y la abrazaba mientras sus palabras la acunaban entre sus brazos musculosos. Soñó, quizás, porque le hacía falta aquel cuento y aquella historia que calmara su sangre que llevaba días latiendo con fuerzas y con sus ojos perdidos al final del camino. Se sintió aliviada en aquel estado de ensoñación, de la misma forma que cuando a mitad de la tarde las palabras de aliento llegaban a través de una llamada de teléfono que inventaba entonaciones para aliviar la desesperación. Pero esta vez, esa voz estaba en su sueño, donde bailaba con un vestido de seda y sin ningún dolor físico que le impidiera desplazarse sobre el suelo. Soñó y algo hizo que despertara, y vio unos ojos velándola en la sombra oscura de la habitación, y pudo acariciar lo que estaba soñando.
(Labailarinadescalza)

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