El mar la recibió con los brazos blancos abiertos y con la misma intensidad de la última visita. Sus pies se desnudaron sobre la arena después de estar un frío invierno tapados con botas de cuero hasta la rodilla. Respirar el olor a salitre, fue como un frescor que calmó la tempestad de sus aguas internas. Se sentía en casa, en aquel entorno de algas y piedrecillas formadas por la creatividad de la naturaleza. La vitalidad que ponían las olas al romper en las rocas, le sirvieron de guía para tomar el timón de sus pensamientos y emociones agitadas, que la llevaron a ese lugar ese domingo por la mañana.
Una sonrisa le acompaño durante toda la tarde, mientras acariciaba su pelo reseco por la sal.
(Labailarinadescalza)

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